6.- La guerra
La guerra ha sido el recurso del capitalismo en condiciones de crisis aguda, cuando no es posible la realización del capital porque hay una abundancia de bienes producidos y los ingresos entre la clase obrera no les da para adquirir esos bienes.
No es una situación deliberadamente buscada, pero en la lógica de la economía capitalista, cuando ya no cabe mayor expansión de las inversiones y de los mercados y la exacerbación de la competencia impide asegurar tasas de ganancia apetecibles para los inversores, una destrucción masiva de capital supone una poderosa demanda de inversiones para la reconstrucción.
El final de la Segunda Guerra Mundial y la creación de las Naciones Unidas supusieron un freno inicial a las pretensiones de las potencias imperialistas de acabar con la URSS, reforzado posteriormente con el desarrollo de las armas nucleares soviéticas, que convirtieron en suicida cualquier intento de asalto. Es el periodo de la guerra fría, en el que no cesa la expansión imperialista hacia la periferia y el enfrentamiento bélico soterrado con la URSS en guerras locales contra los movimientos de liberación nacional.
Sin embargo, desde el inicio del siglo XXI, la guerra imperialista ha adoptado una nueva forma. El punto de inflexión ha sido la caída de la Unión Soviética y la consiguiente neutralización del Consejo de Seguridad de la ONU como freno a las agresiones imperialistas. EEUU se ve con las manos libres para intervenir por doquier, siempre contra enemigos militarmente más débiles y contando con la connivencia de una Federación Rusa, cuyo liderazgo estaba deseoso de ser admitido entre las naciones capitalistas. El bombardeo de la OTAN contra Yugoslavia inicia esta secuencia, pero para compensar la dispersión de fuerzas militares que supone la guerra en tantos frentes, se desarrollan nuevas formas de intervención.
La guerra híbrida:
Se habla ahora de la “guerra híbrida”. Ésta combina todas las formas de guerra anteriores: ejércitos regulares, alianzas político-militares permanentes o de ocasión, operaciones encubiertas de fuerzas especiales, mercenarios o milicias fanatizadas, ejércitos interpuestos, armas autónomas y no tripuladas, guerra biológica, bloqueos y guerra económica, guerra psicológica, lawfare (guerra jurídica), guerra cibernética, etc. Todo vale en una planificación minuciosa para los mismos objetivos de siempre: la destrucción final y definitiva del oponente.
Para que se pueda dar la guerra sin que haya una fuerte oposición, es necesario el consenso de la opinión pública. Aparece en primer plano la propaganda como un sistema complejo necesario. En él intervienen toda una constelación de actores, desde las agencias de inteligencia que generan los discursos adecuados, pasando por los medios de comunicación, cuya propiedad se ha concentrado hasta el paroxismo, hasta los gigantes de Internet.
Los mecanismos de control social se hacen más sofisticados, con un complejo tecnológico-comunicacional de una entidad comparable al complejo militar-industrial. En este contexto, se generalizan las actividades dirigidas desde los centros de poder, tales como la censura, la reescritura de la historia o el fin de la memoria social. Se han inducido cambios trascendentales en el discurso de la guerra, con la instrumentalización de conceptos como la lucha contra el terrorismo, las amenazas, la seguridad, el mundo libre y la democracia, los valores occidentales, los derechos humanos, la responsabilidad de proteger, la comunidad occidental frente a la “jungla”, los totalitarismos, de Rusia y China, etc.
Tras la traumática experiencia de la crisis del coronavirus, el disciplinamiento de la población mediante la amenaza de la guerra ofrece un extraordinario potencial para que los gobiernos ejerzan un control reforzado sobre sus poblaciones.
El Derecho Internacional ante la guerra
La arquitectura del Derecho Internacional, el principal instrumento del que la humanidad se ha dotado para evitar las guerras entre las naciones y que se basa en el derecho soberano de los estados a organizarse sin injerencias y en igualdad de condiciones, se ha venido desmoronando a medida que los EEUU la ha instrumentalizado en su favor a base de presiones y chantajes a los estados más débiles. En último extremo y, de no conseguir doblegar la resistencias en este ámbito, los estados imperialistas han ido creando otras estructuras paralelas sobre las que ejercen un control absoluto, como es el caso de la OMC, el FMI o los Tribunales Penales Internacionales, creados ad hoc para castigar a los enemigos del imperialismo.
El sentido y los significados de la Paz frente a la Guerra
La Paz es el mero resultado de una correlación de fuerzas. Es fácil reivindicar la paz como una situación deseable cuando existe un conflicto bélico abierto. Sin embargo, no vale cualquier paz: el cese de la violencia no significa necesariamente el fin de la opresión o del abuso de un contendiente sobre el otro, por lo que reivindicar la paz en abstracto es pedir que se congele la realidad como está, que se mantengan las injusticias y los abusos.
Coordinadora Estatal Contra la OTAN y las Bases
Euskal Herriko Fronte AntiInperialista