Campaña "Que no nos arrastren a la guerra"
Revisión del diagnóstico (3 de 3): O.T.A.N.
La OTAN, hacia la dictadura militar global
La Asamblea Contra las Guerras de la OTAN y el Genocidio en Palestina (de la que participa la CECOB), dentro de su campaña "Que no nos arrastren a la guerra", ha iniciado un proceso de revisión periódica del análisis que acompañaba al Llamamiento a la campaña.
Esta revisión se ha efectuado a lo largo de todo el verano. La velocidad a la que se producen los acontecimientos y teniendo en cuenta su elaboración colectiva, resulta virtualmente imposible tener un documento final cerrado a fecha fija. En consecuencia, estamos trabajando ahora en un documento de síntesis que publicaremos en breve y que resulte una herramienta eficaz de lucha; y a continuación, abrimos un nuevo ciclo de revisión, que esperamos ofrezca resultados similares en un periodo semejante.
El análisis se ha segmentado en tres ámbitos separados, con tratamiento diferenciado, pero considerando que las grandes líneas de fuerza del accionar imperialista pueden articularse a través de ellos:
Resta por efectuar esta conexión en el documento de síntesis que preparamos.
La OTAN, hacia la dictadura militar global
El principal elemento discursivo sería cómo la OTAN ha acabado siendo el instrumento de disciplinamiento de los estados para su sometimiento a la política exterior de EEUU (como el principal agente visible de los intereses del gran capital trasnacional, de origen principalmente anglo-sionista-norteamericano), conformando así lo que conduce a una especie de dictadura militar mundial, sin control democrático alguno y que subsiste bajo la apariencia de un conjunto de naciones soberanas.
El objetivo principal de la OTAN es prestar el respaldo de fuerza necesario para asegurar la dominación mundial mediante todos los instrumentos que tiene a su disposición. Se puede considerar como la organización criminal más perjudicial para la humanidad: significa ocupaciones, represión, guerras criminales, torturas, asesinatos, pobreza, explotación, injusticia social, contra-guerrilla, enemigo de todos los pueblos del mundo. También implica prisiones aisladas, leyes de terror y desinformación. Es una organización que quiere extender la hegemonía de los EEUU en todo el planeta.
En toda su historia, la OTAN ha sido instrumento de coerción para naciones y pueblos que osaban no plegarse a las exigencias de EEUU, sobre todo, y de sus aliados occidentales que pretendían seguir aprovechando su respaldo para mantener el control de sus ex-colonias y hacerse con sus riquezas.
El objetivo imperialista de dominación mundial requiere el control del continente euro-asiático y para ello, en primer lugar, la desconexión de Europa (sobre todo de Alemania) de Rusia para emprender la gran confrontación con China. La creación de la OTAN obedece a este objetivo, además de impedir el desarrollo de la URSS. Por eso se mantiene tras su caída, y es cada vez más útil en la guerra larga y a gran escala que prepara el imperialismo.
El origen de la OTAN responde a una iniciativa británica tras el final de la SGM que vinculaba al Reino Unido, Francia y el Benelux en la Unión Europea Occidental (UEO). Para forzar el respaldo de EEUU a su campaña de control de la Grecia de la resistencia antifascista, había que integrarla en una organización más amplia, superando el obstáculo de la prohibición constitucional de integrarse en alianzas militares en tiempo de paz. La campaña de terror sobre el peligro comunista desatada por el senador Vanderberg venció todas las reticencias.
La “guerra fría” sería planteada como una guerra ideológica contra un modelo de sociedad alternativo representado por la URSS, que había logrado importantes logros sociales y estimulaba abiertamente los movimientos de liberación nacional de las colonias europeas y a la que se demonizaba como el peor de los mundos posibles.
En la construcción de la OTAN, EEUU ha venido aprovechando cuantas oportunidades se le han venido ofreciendo para reforzar el control político antidemocrático de la organización. Así, hicieron la vista gorda ante las acciones de muchos de los criminales nazis, a quienes protegieron y pusieron a su servicio en la industria militar, la inteligencia y hasta en los más altos puestos de la estructura militar de la OTAN.
También recurrieron a la creación de ejércitos secretos, conformados por excombatientes y militantes de organizaciones fascistas para impedir el avance de conquistas populares en Europa Occidental, a través de actividades terroristas de las que se acusaba a las organizaciones de izquierdas.
La utilización del terrorismo como arma política, en la que se distinguirían los grupos paramilitares sionistas que forzaron la partición y ocupación criminal de Palestina, se vería cada vez más extendida como medio de imponer los intereses sin la participación abierta de fuerzas armadas convencionales.
Al mismo tiempo, el control cada vez mayor de los medios de comunicación en manos del capital sionista permitía un señalamiento nítido e incontestable sobre la falsa atribución de las responsabilidades.
Además de forzar la voluntad del “enemigo”, estas acciones están dirigidas hacia las propias poblaciones, inoculando así el miedo en las sociedades y las demandas de políticas securitarias y belicistas para acabar con quienes osan alterar nuestra seguridad.
El paroxismo llegará con la “guerra global contra el terror”, señalando interesadamente a sus propios agentes como los autores de una guerra contra el occidente “libre” y “democrático”. Tras la desintegración de la URSS, era necesaria la existencia de un enemigo que justificara la necesidad de un aparato “defensivo” de occidente; el terrorismo yihadista, enemigo ubicuo y escurridizo, alimentado por los propios servicios de inteligencia occidentales, vendría a satisfacer esa necesidad.
Hay que señalar la impunidad con la que estas acciones se ha venido llevando a cabo: asesinatos, desestabilización y agresiones a la soberanía de los países, en nombre de la democracia, la libertad y los derechos humanos, que ha sido el discurso político-ideológico sostenido siempre por la OTAN, a despecho de la arbitrariedad de sus hechos. Nunca estas acciones han sido juzgadas como lo que son: crímenes de guerra.
Con mayor o menor fortuna y en un proceso no exento de contradicciones, la OTAN ha venido funcionando como un espacio de transacciones para las aventuras neocoloniales de sus distintos socios, pero siempre como elemento de cohesión en la imposición de los intereses comunes frente a países y pueblos que no aceptaban sus presiones.
En todo caso, se trata de una organización jerárquica y disciplinaria, a las que las naciones no se apuntan voluntariamente, sino bajo el chantaje de los más fuertes, que administran quién entra y quién no en función de los intereses de su jefe supremo, EEUU.
La descomposición de la URSS supuso la entrega del país a los capitales foráneos para beneficio de sus élites corruptas, que fantasearon con la posibilidad de que Rusia fuera aceptada en la OTAN. Se estableció un mecanismo de diálogo que aparentaba tener en consideración los intereses de seguridad rusos.
La destrucción de la Federación Yugoslava y una sostenida expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas ponían en evidencia el apetito occidental por hacerse con las riquezas rusas sin contraprestaciones.
La invitación a Ucrania para unirse a la OTAN en la cumbre de Bucarest en 2008 encendería todas las alarmas en Rusia. Sus líderes comprendieron que cualquier trato con la OTAN sería de subordinación y que su presión no iba a parar hasta que aceptara este papel. Rusia inicia la modernización de su ejército, mientras la OTAN inicia el despliegue de fuerzas y una campaña de hostigamiento creciente cerca de sus fronteras.
En 2014 se produce un golpe de estado en Ucrania para sustituir a un gobierno “neutral” por uno ferozmente antirruso y alineado claramente con occidente. Para ello, se cuenta con milicias neonazis, cultivadas discretamente por la OTAN durante años; y con agitadores a sueldo, entrenados por fuerzas de la OTAN, que provocarían matanzas de manifestantes y policías para alimentar los enfrentamientos.
Tras el golpe, Crimea, de población mayoritaria rusa y sede de la base estratégica rusa de Sebastopol, declara su separación de Ucrania y su incorporación a la Federación Rusa. Las Repúblicas del Donbas declaran también su independencia, que no es reconocida por Rusia. Comienza una feroz campaña de destrucción del Donbas por el ejército y las milicias nazis ucranianas.
En 2017 se alcanza un alto el fuego, los Acuerdos de Minsk, en los que Rusia aparece como garante junto con Alemania y Francia y que obliga a Kiev a conceder amplia autonomía administrativa al Donbas. Nunca será implementada: como reconocerían después Merkel y Hollande, su aval al acuerdo permitiría ganar tiempo a Ucrania para preparar la guerra contra Rusia.
Se recrudece el hostigamiento de la OTAN contra Rusia, a la que se acusa de no cumplir los acuerdos de Minsk y finalmente se la amenaza con el ingreso inmediato de Ucrania en la OTAN y con el despliegue de armas nucleares en su territorio.
Rusia ha intentado por todos los medios entrar en negociaciones con la OTAN para llegar a un acuerdo de seguridad en Europa que tenga en cuenta también la seguridad de Rusia; pero todas sus demandas serán desoídas y se persiste en la estrategia del enfrentamiento.
Se hace evidente que el interés de la OTAN es seguir presionando a Rusia para debilitarla lo más posible; para ello, anima a Ucrania a lanzar una ofensiva final contra el Donbas, que será inmediatamente respondida por Rusia con su Operación Militar Especial con dos únicos objetivos: desnazificar y desmilitarizar a Ucrania.
La OTAN es muy consciente de que Ucrania no está en condiciones de ganar una guerra contra Rusia, ni siquiera contando con todo el apoyo material, político, operacional, de inteligencia, de operaciones encubiertas y de conducción estratégica; a pesar de ello, los líderes ucranianos, presionados por las amenazas occidentales, aceptan sacrificar a su propio pueblo en esta guerra por delegación.
La centralización de poder en manos del imperialismo anglo-sajón, requería la destrucción económica y la subordinación política, militar y cultural de la UE, iniciada desde el final de la II Guerra Mundial con la creación de la OTAN y consumada ahora con la colaboración y el vasallaje de élites políticas europeas de las que sólo escapan, por ahora, Eslovaquia y Hungría.
La OTAN no tiene interés en un conflicto abierto contra la URSS por el riesgo que supone la escalada a una confrontación nuclear, en la que todos pierden. Pero en términos de guerra convencional, una campaña sostenida contra Rusia resulta muy beneficioso para su industria militar y muy desgastante para Rusia.
Además, para EEUU y el Reino Unido, los principales instigadores de la guerra, resulta esencial evitar por todos los medios un posible acercamiento o entendimiento de Europa Occidental con Rusia, en un momento en que se está cuestionando, desde múltiples nodos del sur global, la hegemonía norteamericana. Ello explica la ruptura forzada del suministro del gas barato ruso a Alemania (a través de la voladura de los gasoductos Nord Stream), un país considerado hasta ahora como la locomotora económica europea, ocupado militarmente por EEUU desde la SGM y cuyas élites acaban aceptando sin rechistar el sacrificio de su poderosa industria y su participación entusiasta en la guerra, además del apoyo al genocidio sionista.
La evolución de la guerra pone en evidencia la imposibilidad de su sostenimiento por parte de Ucrania, que se está quedando sin tropas de combate. En estas condiciones, parece que la única alternativa es implicar directamente a los países europeos para que aporten la carne de cañón necesaria.
Sin embargo, Europa no está preparada para una guerra total contra Rusia: no dispone de los centenares de miles de combatientes que se precisarían, su industria militar es débil y fragmentada, con intereses muy contrapuestos, no hay una dirección política única y líneas de mando claras, la inteligencia opera para cada país con independencia… Esta es la situación que EEUU pretende solventar ahora poniendo en las manos militares de la OTAN la orientación de todos los recursos hacia la guerra.
Todo este proceso se ve reforzado ante la situación de pánico creado ante la emergencia de las resistencias en varios puntos del planeta: no es únicamente Rusia o el eje de la Resistencia Palestina: también en el Sahel se están produciendo levantamientos anticoloniales, China y la RPD de Corea plantan cara a EEUU y hasta en América Latina sobreviven experiencias revolucionarias que cuestionan la hegemonía del occidente colectivo.
Ante la emergencia de este mundo multipolar o multinodal, la OTAN está reaccionando con una nueva “guerra fría” contra el multilateralismo. Se señala abiertamente a Rusia, China, Irán y la RPD de Corea como enemigos y extiende sus relaciones con sus aliados culturalmente más próximos (Australia, Nueva Zelanda, Israel) o más dependientes económicamente (Japón, Corea del Sur) para poner cerco a su influencia, facilitando su participación en sus operaciones, una integración de hecho, aunque no de derecho.
En este sentido, se han filtrado informaciones, pendientes de confirmación, sobre un documento secreto de EEUU sobre una Nueva Estrategia Nuclear. Según él EEUU anticipa que, dada la capacidad productiva de China, es previsible que alcanzará su paridad nuclear con Rusia y EEUU en una década. Esta es una situación a la que EEUU está dispuesto a evitar a toda costa. Para ello, está reforzando su asociación estratégica con sus aliados regionales para abrir un nuevo frente de guerra, antes de que sea demasiado tarde. No está claro, por ahora, si a este nuevo frente se va a incorporar también la OTAN.
Se trata de construir una fuerza militar a escala mundial bajo la dirección de los EE.UU., capaz de operar al tiempo en estos y otros posibles frentes, tanto en estrategias de guerra relámpago que tan buen resultado les ha dado hasta ahora, como a largo plazo. Conseguir que los países del Occidente Global se sumen a este proyecto y se conviertan en fuerzas beligerantes, sometidas al bloque anglosajón es el objetivo.
La OTAN se convierte así en el principal instrumento del imperialismo para dirigir la gestión toda de los países aliados, bajo su dirección militar: en Europa y con la participación de las instituciones de la UE, se crean los instrumentos para la implantación de la economía de guerra, para la producción militar coordinada, para la coordinación de los servicios de inteligencia, para la emisión de la propaganda y para el control social de toda disidencia, mientras cada vez más se habla de movilizaciones masivas. Engrana la producción, distribución, desarrollo técnico-productivo y financiación, tanto en la planificación como en el campo de batalla, constituyéndose hoy día como el mayor impulsor del complejo militar industrial. El papel del capital privado en esta estructura, siguiendo el modelo norteamericano, crece exponencialmente en beneficio de sus grandes industrias.
La OTAN, liderada siempre militarmente por EEUU, asegura el vasallaje de los gobiernos de la UE y de todas las fuerzas políticas institucionales de la “izquierda”. Los objetivos geoestratégicos del imperialismo anglo-sajón se han aceptado sumisamente en la UE, aún a costa de su propia autodestrucción.
La guerra cognitiva se sitúa como la primera de las prioridades de la OTAN: se trata de ganar las conciencias de la propia población, abrumados con una catarata incesante de mensajes que les impide siquiera reaccionar o plantearse cualquier alternativa a lo que están percibiendo como realidad.
La guerra cultural de la OTAN o la OTAN político-cultural va impregnando también su visión hegemónica del mundo en todos los órdenes de la vida, desde el académico, el mediático o las instituciones de todo tipo. De esta forma, la OTAN impone una visión del mundo en la que el comunismo o cualquier proceso revolucionario/descolonizador que desafíe a la forma en que este modo de producción se manifiesta, sea marginado del pensamiento.
Íntimamente imbricada con la estrategia imperialista está la Estrategia de Seguridad Nacional que los diferentes países de la UE han aprobado desde 2015. Se llama pomposamente “Nacional” cuando es exactamente la misma en los diferentes Estados y prevé la adopción de medidas propias de un estado de excepción ante situaciones variadas como emergencias sanitarias, medioambientales, climáticas, financieras, militares, etc.
La OTAN traduce los requerimientos político-económicos en soluciones militares; somete las decisiones político-económicas a la disciplina jerárquica militar y unifica al cuerpo institucional y social desde lo supranacional al individuo, constituyendo una dictadura militar que pretende ser universal. Y el poder omnímodo de los EE.UU. sobre el amplio dominio que es la OTAN, es cada vez más firme, sin que haya sido cuestionado en ningún momento.
Esta situación nos lleva hacia el terreno deseado por las élites de una gobernanza mundial; en este caso, la gobernanza adopta la forma de una dictadura militar global, en la que las decisiones no están sometidas a control democrático alguno, una sublimación del fascismo, si bien manteniendo, por el momento, la apariencia de un funcionamiento normal de las instituciones de los estados y las multilaterales, como si nada pasara. Se sigue hablando de libertad y de democracia, pero se nos mantiene completamente ajenos a las grandes decisiones que van a comprometer la vida de las generaciones venideras.
La Asamblea Contra las Guerras de la OTAN y el Genocidio en Palestina